–La ‘estrella’ es la más vendida–
Gastón Monge
Nuevo Laredo, Tamaulipas.- Manuela Fernández tiene 67 años, pero desde los 10 aprendió el oficio de hacer piñatas, una tradición que su padre le heredó cuando llegó a esta frontera, pero ella lo aprendió tan bien que en esta temporada cuenta con más de 250 elaboradas con diferentes diseños, aunque la que más se vende es la estrella o satélite de 7 picos.
Su negocio se ubica frente al puente negro del ferrocarril, una ruta muy transitada tanto por compradores locales como por visitantes de la vecina Laredo, y hasta de San Antonio, ambas en Texas, pero debido a reparaciones del área de los rieles del tren carguero, desde hace más de tres meses que su negocio se desplomó hasta un 50 por ciento, porque no hay lugar para estacionarse…y no hay ventas.
“Mire cómo no se detienen los carros, y porque no se pueden detener, eso me afecta mucho las ventas”, explica en tono de decepción esta mujer, mientras un cliente observa sus piñatas sin decidirse por una ya que todas son muy vistosas y coloridas.
Allí están la tradicional estrella, santa claus, grinch, pinitos, pollitos, carritos, botellas de licor, barcos, muñecos de nieve y un sin fin de figuras de todo tipo, color y precio.
Manuela es abierta al diálogo, pero es muy tímida, razón por la que negó salir en la foto. Tiene 9 hijos pero no todos se dedican a este oficio que dice no le da para lujos pero sí para comer, empero, confiesa que de la venta de piñatas pudo construir una casa en la colonia Hidalgo, en donde una de sus hijas vive, pero prefiere vivir en la casita de al lado de los rieles, en donde tiene su negocio.
Las piñatas abarcan un espacio lineal de aproximadamente 50 metros sobre la banqueta de la avenida México, pero lo comparte con otro piñatero porque entre ellos no hay envidias ni rivalidades, solo competencia, aunque cada comerciante cuenta ya con una clientela fija de ambos lados de la frontera.
En cuanto al precio, dice Manuela que la más barata es de100 pesos, y la más cara de 600, pero todas tienen un magnífico acabado artesanal debido a la experiencia de las manos y el conocimiento de Manuela y de su esposos que poco a poco ven como esta tradición ya no es familiar, sino solo de ellos.
Recuerda con nostalgia que sus mejores años fueron hace mucho, cuando la visitaban turistas de Texas que se llevaban hasta 15 piñatas cuando bajaban del tradicional paseo de las extintas calandrias jaladas por caballos que recorrían el centro de la ciudad, pero ahora solo es un vago recuerdo para ella.
Muy cerca de Manuela hay otros vendedores que ofrecen la misma variedad de figuras y precios, y al igual que ella exhiben sus piñatas colgadas de tensos lazos de yute, lo que da a este lugar un ambiente lleno de colorido ante la proximidad de la Nochebuena y el Año Nuevo, una temporada que año tras año se repite casi con la misma precisión y síncrona entre estos artesanos; la única variante que rompe con su monotonía es la variedad de los compradores.