–Les espera un frío congelante–
Gastón Monge
Nuevo Laredo, Tamaulipas.- La crisis humanitaria y el abandono es más cruel cuando se tiene frío y hambre, pero es peor cuando no se tiene un techo que proteja de las temperaturas del frío invierno. Así la pasa en esta frontera un grupo de 5 venezolanos, una colombiana, una mexicana y 8 niños enfermos bajo una improvisado y maltrecha carpa en la plaza Morelos de esta ciudad fronteriza.
En este grupo se encuentra Enyerbelis, una chica de apenas 15 años de edad que a su corta edad conoció la muerte cuando en Panamá vio como niños, mujeres y adultos eran arrastrados por la fuerte corriente de un río en la peligrosa selva del Darién, un tapón selvático que hace frontera con Colombia.
“Nos robaron todo lo que teníamos, y ahora espero que nos den la cita para poder cruzar a Estados Unidos. Quiero estudiar y luego trabajar para ser alguien en la vida”, explica esta niña de tez morena, muy delgada pero de ojos grandes y vivarachos.
A un lado dos niños en evidente descuido físico y de salud, descalzos y con poca ropa pese al intenso frío, se acercan curiosos al reportero, y ajenos al drama que viven se enfrascan en un inocente juego imaginario en el seco pastizal de la plaza Morelos de esta ciudad.
Mientras los niños juegan, Enyerbelis dice que abandonó Venezuela el año pasado porque el régimen dictatorial de Nicolás Maduro tiene al país en una severa crisis que obligó a más de 7 millones a insertarse en una movilidad obligada, y a ella a dejar la secundaria y la esperanza de un mejor futuro.
Aún niña ya padeció la miseria, persecuciones, extorsiones, asaltos y la muerte de personas, motivos que la obligaron junto a su madre, una tía y sus tres hijos, abandonar Venezuela para buscar en Estados Unidos una vida mejor que le permita estudiar, trabajar y sacar de la pobreza a su familia que abandonó en aquel país hace un año.
Hace dos meses llegó a esta frontera luego de cruzar el río Suchiate desde Guatemala hasta Chiapas, y sin ningún problema cruzó todo México hasta llegar hace dos meses a esta frontera en donde espera con ansia la cita que tramitó a través de la aplicación CBPOne.
Familia completa
A unos metros, dormitando en el suelo, una pareja de venezolanos con sus cinco hijos llegó a esta ciudad el domingo. Se trata de Yeude, de 35 años, y su esposo José de 29, quienes salieron hace 6 años de su país, pero estuvieron mucho tiempo viviendo en Colombia vendiendo dulces para sobrevivir y llegar hasta ese lugar en espera de poder cruzar al vecino país.
A pie, a veces en vehículo pero siempre solos aguantaron los avatares de largas caminatas y hambre, pero en el Darién por poco pierden a sus hijos cuando cruzaban un caudaloso río, y ya en Guatemala se las ingeniaron para sobrevivir con la venta de dulces.
“Vendimos paletas en Costa Rica, en Colombia, en Guatemala y en México para poder vivir, ya que en Venezuela éramos comerciantes, pero la dictadura nos obligó a salir del país, y aún no hemos obtenido una cita para ingresar a Estados Unidos”, explican.
Entre la adversidad no pierden la esperanza para cruzar la frontera junto con sus hijos de 10, 2, 4, 14 y 16 años de edad, quienes observan con atención al reportero que entrevista a sus padres.
Huye de los paramilitares colombianos
Mariana es una guapa colombiana de 29 años que tuvo que dejar a su hijo para poder llegar a Estados Unidos, trabajar y luego mandar por él. Salió de su país porque los paramilitares reclutan en sus filas a los jóvenes, y teme por la vida de su único hijo, ya que desea trabaja en el vecino país y mandar dinero para que le envíen a su pequeño.
Estudió la carrera de Derechos Humanos pero no la ejerció porque no hay trabajo en su país, por lo que tuvo que trabajar en tareas domésticas y como empleada en tiendas comerciales.
La acompaña una mexicana oriunda del valle de Chalco, quien acompaña a su novio de Venezuela en una incierta aventura, ya que ella no huye, solo se solidariza con su pareja que es perseguido político.
Aunque ninguno de estos migrantes se conoce, todos tienen la misma historia de miseria, dolor y muerte, y también el mismo objetivo de cruzar a Estados Unidos en busca de una mejor vida, y esperan que alguna autoridad de esta ciudad se compadezca y les apoye con medicinas para los niños, y alimento para seguir aguantando la tediosa espera. Pero es mediodía y la ayuda no llega.
La próxima semana es espera aa estos migrantes un intenso frío que de acuerdo a los pronósticos, puede ser de hasta tres grados bajo cero.