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La indiferencia que el gobernador Américo Villarreal Anaya tiene ante los daños causados por la inundación que provocó la Tormenta
Alberto y que sufrieron miles de tamaulipecos al perder su patrimonio por abandonar sus hogares debido a la creciente de los ríos es increíble, inconcebible y extraña en un gobernante que se dice ser muy humanista.
Desde que iniciaron las fuertes lluvias en Tamaulipas, hace seis días, Américo Villarreal apareció solo dos ocasiones en los medios de comunicación y redes sociales y en la primera estaba sentado al frente de una reunión, donde supuestamente estaba coordinando las operaciones de apoyo a los ciudadanos afectados.
Luego, apareció en un video sentado dentro de un helicóptero ejecutivo y en pleno vuelo lo grabaron viendo la creciente del Río Purificación y desde el aire dijo que estaba supervisando las acciones que realiza su gobierno en el rescate de la gente que se vio afectada por el fuerte temporal que se tuvo en todo el estado.
Y después publicó una fotografía de su padre en la cortina de una presa y escribió:
“Hoy siento muy presente a mi padre, el Ing. Américo Villarreal Guerra, al encontrarme con esta fotografía supervisando los trabajos de abastecimiento de agua en nuestro estado. Sé que desde el cielo nos ilumina para tener la mejor estrategia de acción para nuestras presas. Gracias a Dios y a la madre naturaleza, hemos recibido abundante agua en toda la entidad.
Hace 14 años que partiste físicamente, padre, pero sigues presente, guiándome con tus valiosas enseñanzas para continuar con esta gran responsabilidad de transformar y servir a nuestro estado.”
Queda claro que nunca se le verá en una fotografía con botas e impermeable para protegerse de la lluvia y del viento, dicen quienes lo conocen que desde niño su mami no le permitía salir en estas temporadas y se le hizo costumbre de tal manera que ahora siendo gobernador de Tamaulipas a quien debería invocar es a su mamá para que le venga a decir que tiene que hacer.
Y es que su padre siendo un destacado ingeniero hidráulico, a ese sí que le gustaba andar en el agua. Por eso fue uno de los profesionales más reconocidos en el tema y llegó a ocupar importantes cargos públicos a nivel nacional y ahora por lo que vemos su hijo no heredó esa vocación.
El tema es que Américo Villarreal Anaya salió muy delicado y no le gusta que lo toque el agua de lluvia, el viento de las tormentas y mucho menos que se le moje la ropa y enloden los zapatos. De tal manera que usted nunca lo verá como otros gobernadores que aprovechan la temporada de lluvias al salir al encuentro de los damnificados para ganarse la confianza de los ciudadanos.
Así que Américo Villarreal Anaya es algo especial, porque no le gusta reunirse con la gente, que se le acerque, que lo abracen, le hablen al oído, lo agarren el brazo y hasta que lo saluden. Pero si es así, para que aceptó ser gobernador sí sabía que eso iba a suceder.
Ahora salen con el cuento que tiene principios de Alzheimer y que no reconoce a sus conocidos de años, que se le olvidan algunas cosas y que ya son varias veces que ha desconocido los compromisos por esta misma razón.
Sin embargo, sus adversarios, detractores y caza-fantasmas, ya empiezan a creer que más bien Américo le hace al “Tío Lolo”, porque si esto fuera verdad, el Congreso de Tamaulipas debería de pedirle un examen médico para que saber si está en sus cabales y determinar quién lo puede sustituir.
En fin, lo único real y cierto es que ahora sabemos que Américo Villarreal Anaya salió muy delicadito, odia que la lluvia y el viento lo toquen, porque le ensucian su cara, la ropa y el lodo le macha sus finos zapatos. ¿Qué les parece?
Habíamos observado en los gobernantes muchos comportamientos raros, actitudes normales y apetitos desbordados como la ambición, el protagonismo y la demagogia exhacerbada por una gran elocuencia, pero esto de Américo Villarreal Anaya sí que rebasa por completo la realidad y nuestra imaginación. ¡Qué bárbaro!