Punto de Opinión
Después del triunfo de Morena en el 2018, la oposición desapareció del país, lo que le permitió al partido oficialista repetir en la presidencia de la república y ganar 24 estados.
Durante seis años, la oposición se dedicó a denostar y descalificar al presidente Andrés Manuel López Obrador y a Morena, pero sin ofrecer alternativas de gobierno. Por esa actitud errática de los opositores Morena se reafirmó en el poder, no obstante, el mal gobierno de López Obrador termina dejando 56 millones de pobres, casi 200 mil muertes violentas, un sistema de salud colapsado, educación en retroceso y un largo etcétera., en cuanto a daños.
En cambio, AMLO le deja a Morena, 28 millones de beneficiarios de los programas federales, los que constituyen potenciales electores. Esa base clientelar algún día se va a perder, cuando los beneficiarios se den cuenta que los recursos con que les pagan esos apoyos no salen de los bolsillos de los humanitarios gobernantes de Morena, sino de los impuestos.
Morena es el campeón, pero eso no significa que esté haciendo las cosas bien. Por supuesto, los morenistas opinan que el gobierno de la 4T es una chingonada y quieren hacernos creer que como son una fregonería, ya no se necesita al gobierno porque todo funciona de maravilla.
Pero si Morena está mal, y no porque uno lo diga, sino poque los números fríos lo avalan, la oposición está peor. Encima, tanto en el PRI como en el PAN, las cúpulas se están dando hasta con la cubeta. En el PRI, Dulce María Sauri trae de la cola a Alejandro Moreno para que no se reelija y en el PAN, Marko Cortés y el expresidente Felipe Calderón reparten culpas por la derrota del 2 de junio.
La autocrítica es sana, pero harían bien en el PRI y en el PAN en aplicar aquello de que la ropa sucia se lava en casa. Alguien dirá que lo mismo pasa en Morena, donde Gerardo Fernández Noroña alzó la voz exigiendo que lo nombraran coordinador de los senadores de ese partido y el presidente López Obrador le dijo que él no militaba en Morena y esa posición era para morenistas, pero ya sabemos que a ambos personajes les gusta el protagonismo y que cuando no encuentran alguien con quien pelear se ven al espejo y pelean con la imagen que ven.
Contrario a lo que cree la 4T, México necesita de una oposición fuerte, que sea un contrapeso al asfixiante poder que en estos momentos ejerce Morena. Por el momento la oposición está debilitada, desprestigiada, dividida y les corresponde a los propios opositores reorganizarse.
A López Obrador le llevó 18 años construir su triunfo, pero antes de esos 18 años, trabajó primero en el PRI y después en el PRD, para hacerse del poder.
En su natal Tabasco, cuna de personajes como Tomás Garrido Canabal y Carlos Madrazo, AMLO fue candidato a gobernador en 1988 y 1994, perdió y se quejó de fraude, porque sí él pierde es porque le hicieron fraude y si gana es porque el pueblo bueno lo decidió. Por eso en el 2006 y en el 2012 perdió la elección presidencial y volvió a hablar de fraude.
Para él democracia es que gane él y sus candidatos.
La oposición debe cambiar su estrategia frente a Claudia Sheinbaum. Para empezar, debe quitar de las dirigencias a Alejandro Moreno y Marko Cortés, que en los últimos años destruyeron uno al PRI y el otro al PAN. Igual sucede que si los sacan, decidan afiliarse a Morena. Es preferible ese riesgo que dejarlos en las dirigencias y que sigan haciendo daño.