Tiempo de Opinar
Raúl Hernández
-Carlos Peña denuncia cobro de piso a ambulantes
-Y Humberto Prieto lo exhorta a presentar denuncia formal
-Si lo hace, no le harán caso
Tiempo de opinar
Raúl Hernández Moreno
13-febrero-2025
Abundan los políticos que le hacen al tío Lolo. En Reynosa, el alcalde Carlos Peña denunció que los comerciantes ambulantes se quejan de que el crimen organizado los obliga a pagar derecho de piso para dejarlos operar y el diputado Humberto Prieto declaró que el munícipe debe presentar una denuncia formal ante la Fiscalía, porque al no hacerlo es cómplice.
Lo que pasa en Reynosa se replica en muchas plazas del país, eso lo saben las autoridades, pero en vez de actuar, voltean la vista y hacen como que la virgen les habla. Carlos Peña fue muy valiente en su denuncia, sabida por todos, incluido el diputado Prieto, por más excusas que presente para justificar su inacción.
Además, ¿valdrá la pena que Carlos Peña presente una denuncia formal ante alguna autoridad? Hacerlo es perder el tiempo. No van a intervenir ni la marina, ni el ejército, ni la policía de investigación, ni los boy scout, los veladores o la policía escolar. Todos van a voltear a otro lado, con el añadido que en una de esas alguien se moleste y decida ajustarle cuentas.
La queja de Peña va a quedar sin efecto. Eso es lo que ocurre cuando no hay estado de derecho.
Y la cosa se va a poner peor, cuando entren en funciones ministros, magistrados y jueces federales y estatales, elegidos por una minoría muy reducida. Con los nuevos jueces, la justicia se va a encarecer exponencialmente porque muchos se van a marear y se van a creer el cuento de que ganaron por el voto ciudadano, aunque ganen con unos pocos miles de votos. O cientos.
De ser rabiosamente panista, Humberto Prieto ahora es rabiosamente morenista y si el partido guinda cae en desgracia en los siguientes años, se va a sumar al partido gobernante, con la misma rabia e intensidad con que hoy se asume militante del oficialismo. Es un camaleón, que solo convence a los que como él carecen de valores. Pero, además, actúa con el hígado, no supera que Carlos Peña sea el alcalde y no él.
Ahora que Leticia Hernández acaba de ser designada delegada del Movimiento Ciudadano, nos viene el recuerdo de su señor padre, el abogado Alejo Hernández Almaraz, que a principios de los años ochenta del siglo pasado, encabezó el Movimiento Popular Anticorrupción, junto con el doctor Trinidad Garza Salinas, en una época en la que ser opositor requería de mucho valor.
Ambos lograron reunir cientos de ciudadanos -e incluso había quienes aseguraban que era miles, en una ciudad de menos de 250 mil habitantes- que tomaron las calles para denunciar los excesos en el gobierno del alcalde Jesús Cárdenas Duarte, que en vez de gobernar prefería pasar el tiempo en bares, donde se entretenía bebiendo y bailando flamenco.
Cárdenas Duarte era un tipo inteligente, brillante, pero se apanicó ante el aplastante poder del entonces secretario general de la CTM, Pedro Pérez Ibarra y permitió que fuesen otros los que manejaran el dinero y el poder, entre ellos el abogado Lamberto Rocha y los regidores Martha Ojeda y Octaviano Ramírez.
Las denuncias fueron retomadas por los periódicos El Mañana y El Diario y se logró que el Congreso enviase auditores permanentes, supervisando al gobierno municipal, aunque la corrupción no cesó.
El abogado Alejo fue todo un personaje de su tiempo. Alguna vez le tocó actuar como réferi para separar a Carlos Cantú Rosas y Arnulfo Tejada Lara que se liaron a golpes, en plena calle.
Verlo comer era un espectáculo, tomaba un bocado de su plato, y luego tomaba otro del comensal sentado enfrente, y luego del otro lado. Se manchaba la camisa con comida, y para reducir el efecto de la mancha, la rociaba con sal o limón, sin preocuparse mucho de cómo quedaba.
De ser abogado litigante en el ramo penal -fue discípulo del abogado Javier Bernal, conocido como El Abogado del Diablo, por defender a los narcos más pesados de la época- en los últimos lustros se dedicó a atender su notaría, que se ganó la fama de ser la más barata, pues incluso no cobraba a muchos de sus clientes.