Tiempo de opinar
Raúl Hernández
Día mundial del libro
-Cada vez se lee menos
-Hay acceso a miles de libros gratuitos
Tiempo de opinar
Raúl Hernández Moreno
23-abril-2025
En menos de una semana, dos funcionarios tamaulipecos, municipal y otro federal, se han visto envueltos en el escándalo y han sido víctimas del escarnio público.
Primero fue el alcalde de Matamoros, Alberto Granados, del que se dijo que fue retenido varias horas por las autoridades migratorias de los Estados Unidos al cruzar por uno de los puentes que unen esa ciudad con Brownsville y que le quitaron su visa.
Él negó que le hayan quitado la visa, reconoció que si lo abordaron, pero que fue para una revisión de rutina y cuando un reportero le pidió que enseñara su credencial, dijo que la tenía resguardada en su casa.
Hoy el periodista Salvador García Soto escribe que Granados fue detenido durante 14 horas, que le quitaron y destruyeron su visa, que le dijeron que el ayuntamiento de Matamoros es catalogado como un cártel y que fue liberado por la intervención de la Secretaría de Relaciones Exteriores, quien se comprometió a pedirle a la Fiscalía que se investigue al munícipe.
Granados puede echar abajo la versión de García Soto -y de sus críticos- mostrando su visa.
Ayer le tocó el turno al delegado del IMSS en Ciudad Victoria, José Luis Aranza Aguilar, quien fue abordado por elementos de la policía estatal cuando circulaba en un vehículo, en calles de Reynosa.
Versiones periodísticas le atribuyeron traer un arma, sin el permiso de porte, y tres millones de pesos. Más tarde, la Fiscalía de Justicia confirmó que se le abordó para una revisión de rutina, pero se le dejó ir, porque no traía nada ilegal.
Este día, la presidenta Claudia Sheinbaum declaró en la mañanera que Aranza denunció que los policías estatales le plantaron un arma, en tanto que no hay nada de los tres millones, y pidió que la Fiscalía investigue y sancione a los oficiales involucrados.
El asunto es que no hay arma. Aranza dice que no traía y la policía estatal no reporta que se le haya incautado. Es la palabra de unos contra Aranza, que estaba acompañado de su chofer y obviamente va a respaldar la versión de su jefe.
La ventaja de Aranza es ser funcionario y por eso su caso se viralizó. Si fuera un ciudadano común y corriente, le podían haber sembrado el arma y procesarlo penalmente, sin que nadie se interesara en su caso.
En otro tema, este día se celebra el Día Mundial del Libro y en México cada vez se lee menos, 1.7 libros al año, es el promedio entre los mexicanos. Hace más de 30 años, cuando en el país se vendían decenas de revistas ilustradas, a sus lectores se les encasillaba con el término de que leían “chatarra”. Ahora, ni eso.
Uno de los grandes pretextos de los que no leen, es que los libros son caros, lo que en la actualidad no es verdad, pues gracias al internet es posible acceder a miles de libros de manera gratuita. Para los que nos gusta leer, es un privilegio acceder a las bibliotecas de universidades como la UNAM, UANL, la de Puebla y Tabasco y poder disfrutar de libros del siglo XIX que ya no se editaron y hoy están digitalizados.
Una maravilla es poder consultar y leer los periódicos digitalizados desde el Despertador Americano, que apareció a instancias del cura Miguel Hidalgo, para informar de las actividades de los insurgentes, los de Joaquín Fernández de Lizardi, o periódicos y revistas del siglo XX, desde el David informando sobre los cristeros o el Madera de la Liga Comunista 23 de Septiembre, la revista Política de Manuel Marcué Pardiñas o ¿Por qué?, de Mario Menéndez. Hasta los Agachados de Rius están digitalizados.
Es imposible obligar a la gente a que lea. Lo que sí se puede intentar es
inculcarles a los niños el hábito de la lectura, pero lograrlo, es incierto. Si alguien no quiere leer, nada se puede hacer.
En la década de los años veinte del siglo XX, José Vasconcelos, en su calidad de secretario de Educación, mandó imprimir los clásicos en grandes tiradas, desde Platón, Homero, Plutarco, Eurípides, los envió a las bibliotecas públicas y se vendían a un peso el ejemplar, pero no se logró el objetivo de popularizar la lectura.
La lectura es un triunfo individual.