En Voz Alta
Gastón Monge
Faltan dos meses para las votaciones más importantes en la historia reciente de México, un proceso político que pese a su importancia no ha despertado el suficiente interés ni la motivación entre los ciudadanos que esperan un verdadero cambio en la forma de hacer política en este país.
El dos de junio, en teoría deberíamos acudir a las urnas poco más de 100 millones de personas con credencial de elector vigente para elegir a los candidatos que más se acomoden a nuestros intereses.
Pero de ese total solo aparecen en lista nominal 97.5 millones, debido a que por diversas razones el resto no recogió su credencial de elector, la perdió, está vencida o simplemente no les interesa tenerla.
Ese día estarán en disputa más de 20 mil cargos de elección popular en todo el país, cargos que han motivado una cruel disputa entre los partidos políticos para obtener más poder e influencia en la toma de decisiones en los Congresos locales y en el de la Unión.
En este contexto, tres poderes fácticos entraron ya en la lucha política motivada por el proceso electoral; el poder económico, el poder de los medios de comunicación y el poder de la delincuencia, poderes que al margen de las instituciones políticas van ganando terreno poco a poco y cuentan ya con una enorme influencia y mucha presión sobre los partidos políticos y sus candidatos.
Aunque estos poderes en apariencia actúan solos, la realidad indica que están muy relacionados y en algunas ocasiones pueden actuar muy unidos. Mientras el poder económico puede sobornar candidatos y dirigentes políticos, el poder de algunos medios ejerce una gran influencia para desvirtuar y manipular la realidad política y social a conveniencia de sus propietarios o de quienes los dominan.
Pero el poder fáctico más influyente debido a su enorme capacidad de ‘convencimiento’ es el poder de la delincuencia, un poder que en tiempos electorales deja sentir su peso mediante prácticas de terror a través de la violencia, de la presión y de la claudicación o muerte de candidatos o aspirantes a cargos de elección popular.
Este último poder, por su origen, sus motivaciones y sus consecuencias, se ha mostrado como el poder fáctico más poderoso y más influyente porque su poder es tanto, que en el presente proceso político ya dejó una fúnebre estela de muerte con 27 candidatos asesinados de octubre a la fecha, es decir, en solo seis meses casi cinco cada mes.
El poder que ejercen el poder de la violencia y la inseguridad es tanto, que en ocasiones inhibe a los votantes para que no voten y no participen en manifestaciones de apoyo o de rechazo a candidatos, y de esa manera controlan los procesos electorales mediante prácticas intimidatorias extremadamente violentas que son maximizadas para generar confusión y temor.
Estos poderes fácticos por lo general no guardan ninguna relación con los aparatos tradicionales del Estado Mexicano, pero son tan influyentes que pueden incidir en los resultados de unas elecciones, porque a diferencia de los partidos políticos y de las instituciones gubernamentales, cuentan con una estructura orgánica perfectamente definida y regulada por su enorme capacidad de presión sobre las instituciones de gobierno, los partidos políticos, sus candidatos y la sociedad en general.
Al no estar debidamente legitimados estos tres poderes ante alguna autoridad o ante el Estado mexicano, sobre todo el económico y el de la violencia, su autoridad se legitima a través de su capacidad para ejercer presión sobre la sociedad, las instituciones políticas y los partidos.
Aunque en ocasiones los poderes económico y de la violencia ejercen la violencia y el terror como arma subjetiva de convencimiento, no siempre es necesario que lo hagan, ya que su sola presencia es determinante para lograr sus objetivos.
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En este contexto político tan particular, uno de los efectos de los poderes fácticos se observa con mayor claridad entre la juventud ubicada entre los 18 y los 35 años de edad, quienes se muestran renuentes a participar en este tipo de ejercicios políticos que no logran convencerlos, ya que de este grupo de edades al menos el 22 por ciento no muestra ningún interés en las propuestas de los candidatos, y así lo expresan en las redes sociales, aunque otro 20 por ciento alienta a su participación.
Lo más preocupante, de acuerdo a un estudio elaborado por la agencia Dinamic, es que de estos jóvenes, que representan la cuarta parte de la lista nominal de electores en el país, el 46.13 por ciento no votan, es decir, no les interesa emitir su opinión a través de las votaciones, por lo que alimentan ese gran conglomerado de ciudadanos apáticos y renuentes que se escudan en las filas del abstencionismo.
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Mientras esto ocurre, en Tamaulipas y en concreto en Nuevo Laredo los candidatos y las candidatas a los cargos de presidente municipal, síndicos, regidores y diputados locales, se preparan para iniciar sus campañas a partir del 15 de abril y hasta el 29 de mayo, en lo que se presume serán unas campañas muy ríspidas, acaloradas, llenas de señalamientos, acusaciones, y culpas mutuas.
Aunque esperamos que sean limpias, de mucha colaboración y apoyo y, sobre todo, sin que sean manchadas por actos de violencia ni agresiones verbales de ninguno de los bandos, pero está decirlo, la lucha más cruenta será en redes sociales y no en el territorio, un espacio al que le están apostando casi todos los candidatos que disputarán a partir de ese día 541 cargos de elección popular en Tamaulipas.
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Hasta mañana
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