Gastón Monge
Nuevo Laredo, Tamaulipas.- Brunella Ongunya es una joven africana de 29 años de edad que salió de su país, El Congo, debido a problemas ocasionados por una cruente guerra civil que ha tomado como objetivo a hombres y mujeres para enrolarlos en las filas militares y para militares, lo que le motivó abandonar su país y realizan un largo viaje de varios meses hasta llegar a esta frontera.
Desde noviembre del año pasado salió junto con su esposo de una de las provincias de El Congo, y lamentó que en todo ese tiempo no haya sido llamada aún para tener una cita con un juez estadounidense, y ser candidata a una visa humanitaria o asilo político.
Pero su esposo no está con ella, ya que al llegar a Nuevo Laredo se separaron, y él vive en otro de los albergues.
En un español entendible ya que su idioma es el portugués, Brunella comentó que su familia era perseguida por grupos de paramilitares para enrolarlos en sus filas, y al preguntarle detalles de ello, comenzó a ponerse nerviosa al recordar, por lo que decidió no comentar mucho los detalles de su salida de El Congo, ya que fueron momentos muy difíciles y peligrosos los que vivió en su país.
A su lado juegan dos de sus cuatro pequeños hijos mientras toma su abultado vientre por estar embarazada, aunque para la entrevista detiene su paso un momento, tal vez por curiosidad al ver la cámara del reportero, por lo que se mostró dispuesta a narra su aventura, ante la mirada también curiosa de sus hijos.
Brunella es una de las 26 africanas embarazadas que posiblemente tenga a su hijo en esta ciudad y lo registre como mexicano, y es parte de una comunidad africana que poco a poco va creciendo, y que ya forman parte de la vida cotidiana de esta ciudad.
Su presencia es tan notoria, tanto que ya no es sorpresa para nadie verlos caminando por las calles, realizando compras, pidiendo apoyo económico, limpiando vidrios e incluso realizando trabajos especializados que son contratados por algún residente que solicita mano de obra barata.
Los africanos llegan en grupos o con familias, pero nunca solos, y lo mismo llegan por el día que por las noches, y son más las mujeres y niños que los hombres, de acuerdo a un censo preliminar.
“No podemos impedir que sigan llegando a la ciudad, pero todo debe ser en orden”, explico el director de protección civil, Omar Enríquez, quien dijo que el refugio municipal ya está cerrado para el ingreso de más migrantes, pero reconoció que no puede impedir que entren mujeres con sus hijos.
El flujo de migrantes que llegan a esta ciudad alcanzó ya niveles alarmantes al contabilizar hasta la semana pasada cerca de tres mil, razón por la que los tres albergues, uno municipal, otro administrado por la Diócesis, y uno más administrado por un pastor, mantienen cerradas sus puertas ante el temor de que haya brotes de inconformidad y violencia al interior, como ya ocurrió.
Sin embargo, el alcalde Enrique Rivas Cuellar no ha recibido respuesta del gobierno federal para que apoyen en la búsqueda de una solución.
“Ya solicité al gobierno federal su apoyo para darle solución a este problema, pero no hemos recibido respuesta”, dijo el funcionario.
En tanto se obtiene el apoyo de la federación, los migrantes siguen llegando a la ciudad, y mientras unos se amontonan en el puente internacional uno en espera de ser llamado, la inmensa mayoría espera en el interior de los albergues la ansiada cita, incrementando un presión que podría estallar de nueva cuenta en cualquier momento.